Redacción.- El creciente interés por los objetivos manuales ha traído aparejado algunos problemas inesperados. Uno de ellos es la preocupación acerca de su estado de conservación. Polvo, golpes, rayas o condensación en las lentes son más o menos comunes, y merman en mayor o menos medida tanto el rendimiento como el valor de mercado de una óptica. Quizás los más temidos sean los hongos, por la dificultad de detectar su existencia en estado incipiente y de eliminarlos una vez han atacado un objetivo.
Los foros de usuarios bullen de opiniones sobre qué síntomas pueden atribuirse a una infección de hongos y cuáles, por el contrario, deben achacarse a otras dolencias (bacterias, vaho, humedad, etc.) Se leen opiniones fundamentadas y útiles, pero también muchos bulos que pueden empeorar las cosas. Incluso ciertas intervenciones drásticas son susceptibles de deteriorar de manera irreversible las lentes, con lo que el remedio acaba siendo peor que la enfermedad.
Para atajar en la medida de lo posible la persistencia de dichos bulos, y con la intención de orientar al usuario de objetivos manuales en este tema, hemos creído de utilidad realizar una síntesis de la información veraz y contrastada acerca de los hongos, alertando acerca de los mitos que los rodean.
MITO Y REALIDAD DE LOS HONGOS
Los objetivos fotográficos son susceptibles de ser atacados por una infección por hongos que, en caso de no ser detectados y combatidos, pueden deteriorar la superficie de las lentes afectadas y volver inservible la óptica. Existe un amplio abanico de hongos a los que debemos prestar atención, como es el caso de la familia de los Phycomycetes, Ascomycetes y los genéricamente conocidos como Fungi Imperfecti. Circulan mucho mitos acerca de este problema, como la creencia de que son muy contagiosos y que, una vez atacada por ellos, una óptica fotográfica queda inservible para siempre, más allá de toda esperanza de reparación. El hecho es que estos mitos son falsos. Si bien es cierto que, en ciertas circunstancias, un objetivo afectado por una infección severa de hongos puede no compensar la inversión que conlleva su reparación, en muchos casos sí que puede ser "curado" y recuperar su plena funcionalidad sin miedo a que se transmita la infección.
Pero, ¿por qué y de qué manera un hongo, que salvo noticia en contrario es un ser vivo, puede poner en peligro un material inorgánico como el cristal?
Cierto tipo de hongos segregan unos ácidos y otras sustancias que pueden atacar los revestimientos que recubren la superficie de las lentes, y cuyo perfecto estado de revista resulta esencial para evitar problemas de reflejos y pérdida de la calidad óptica de las mismas. Algunas de estas sustancias son productos de desecho de los propios hongos, si bien en la mayoría de los casos se trata de su propia forma de captar nutrientes. Combatir el daño que producen estas sustancias conllevaría, en su caso, restaurar el que han provocado en los revestimientos, lo cual queda fuera del alcance de cualquier bolsillo.
Por suerte, este tipo tan corrosivo de hongos no son los que suelen atacar a los objetivos fotográficos, a pesar del hecho de que muchos de ellos sean difíciles de eliminar haya llevado a muchos a pesar que lo cierto es la tesis contraria. Los hongos que crecen en los cementos utilizados para adherir los elementos que componen los distintos grupos de lentes entre sí son más problemáticos, ya que hay que separarlas para poder limpiar cada una de ellas, y luego volver a cimentarlas. Esto suele ser trabajo para un profesional.
Dada la gran variedad de hongos, hay que evitar extrapolar lo que es válido para combatir unos a todos los casos en general. Aun así, hay ciertos aspectos que sí se pueden aplicar a todos ellos, lo cual nos permite una aproximación de conjunto que debería ser efectiva en la mayorìa de los casos.
Lo primero que nos ayudará es conocer algo sobre los hongos, lo cual nos permitirá comprender cómo debemos actuar contra una infección, el daño que puede causar y, lo más importante, cómo prevenirlas en primer lugar.
LOS HONGOS: QUIÉNES SON Y CÓMO VIVEN
Los hongos no realizan fotosíntesis y no pueden generar sus propios azúcares o aminoácidos a partir de los minerales como sí hacen las plantas. Al igual que los animales, son completamente dependientes de otros organismos para hallar sus fuentes de sustento.
Así pues, los hongos requieren una fuente de materia orgánica para crecer y sobrevivir. Los hongos se conforman con muy poco, si tenemos en cuenta que son capaces de extraer su alimento de los eventuales residuos que puedan encontrar en el cristal o los revestimientos, como aceite o ácaros, así como materiales diversos utilizados en el ensamblaje de las lentes. Esto ocurre especialmente con las ópticas menos modernas, que utilizaban materiales adhesivos con un relativo porcentaje de impurezas; los objetivos modernos son menos propensos a este problema, ofreciendo menos nutrientes a los posibles huéspedes indeseados.
Los hongos en sí consisten en unos finos filamentos de células llamadas "hyphae" que forman telarañas de fibras blancas en los materiales infectados. Estas fibras penetran en la sustancia infectada por ellos, sobre la cual segregan enzimas y otras sustancias químicas para "digerir" el material sobre el que se encuentran. Estas secreciones y sus subproductos constituyen unos potentes agentes corrosivos que son la causa del perjuicio provocado por dichas infecciones.
Los hongos se propagan mediante esporas insertas en sus propios frutos, los cuales suelen ser microscópicas y alcanzar cifras astronómicas, del orden de billones de unidades. Se encuentran suspendidas en el aire y nos rodean por doquier, esperando encontrar las circunstancias adecuadas para poder germinar allá donde les sea posible. Dado su gran número y pequeño tamaño, acaban encontrando un resquicio por donde colarse y prosperar, siempre y cuando se dén ciertos niveles de humedad que les permita crecer. Existen ciertas especies que, una vez se han establecido, son capaces de sintetizar el agua que requieren del oxígeno del aire y el hidrógeno del propio organismo al que han atacado, sin tener que recurrir a ulteriores fuentes de humedad, pero no es la norma general. El hecho de que las esporas sean tan invasivas han inducido a muchas personas a asumir que su presencia es signo de un potencial infeccioso y que no hay nada que hacer contra ellas, hasta el punto de creer que acabarán adueñándose de todo el equipo fotográfico y de la casa entera.

Lo cierto es que es bastante probable que todos nuestros objetivos sean sede de una cierta cantidad de esporas esperando las circunstancias adecuadas para prosperar, así que lo mejor que podemos hacer es tomar las precauciones necesarias para impedir que lo consigan. Distintas pruebas han demostrado que, en las condiciones idóneas, en cualquiera de ellos pueden prosperar los hongos en pocos días. Así que habrá que extremar el cuidado de nuestro equipo para que ello no ocurra.
EL MEJOR ATAQUE ES UNA BUENA DEFENSA

También hay quien recomienda el uso de hierbas aromáticas como método preventivo, caso del orégano. Se trate de una superstición o de un hecho real, lo cierto es que no está de más colocar una bolsita transpirable con hojas de esta planta en el lugar donde almacenemos nuestros objetivos; en el peor de los casos... nos dejará un agradable aroma a campo en primavera.
La buena noticia es que preservando un objetivo fotográfico de la humedad, la suciedad y el exceso de oscuridad (no en vano suelen recomendarse los "baños de sol" para ello), mantendremos a los hongos a raya en la mayoría de los casos y evitaremos que sus esporas prosperen. Según la web oficial de Zeiss, una humedad relativa del 70% durante tres días consecutivos basta para que una infección incipiente abandone su estado letárgico y empiece a crecer y extenderse.
COMBATIR UNA INFECCIÓN DE HONGOS
Atajar una infección de hongos puede resultar difícil, especialmente si nos queremos asegurar de haber eliminado por completo todas las esporas (lo cual, vaya por delante, no sólo es difícil de conseguir, sino imposible de constatar). Esto implica que cualquier tratamiento debería afectar al objetivo en su conjunto ya que, de lo contrario, podrían reproducirse en cuanto se volviese a presentar la ocasión propicia.
Ante todo, hay que desmontar el objetivo para hacerse una idea certera del alcance de la infección. Si los hongos han crecido en el cemento que une los elementos entre sí, es mejor que demos el objetivo por perdido, dada la complejidad y el coste de una eventual reparación (y restauración).
Existen muchos remedios caseros en la red que, recurriendo a todo tipo de sustancias químicas, aspiran a acabar para siempre con los odiados hongos (incluso, como se ilustra en la fotografía, con... ¡crema de belleza femenina!). Lo ideal es un fungicida de baja toxicidad que pueda penetrar en todas las partes del objetivo afectado, sin poner en peligro los materiales empleados en su construcción. Tenemos el caso del Thymol, un fungicida de origen vegetal consistente en una sustancia cristalina empleada como preservante en preparados médicos. Este producto ya ha sido probado en instrumentos ópticos con éxito. Se encuentra disponible en forma de fumigante para su uso por apicultores, quienes lo utilizan para eliminar los parásitos que infestan sus colmenas; asimismo, está disponible en tiendas de medicina natural, aunque puede resultar corrosivo.
El ácido acético, en forma de vinagre, ha sido utilizado desde tiempos inmemoriales como fungicida natural, y hay quien lo ha empleado como solución de emergencia en casos desesperados. Existen más remedios caseros, como el agua oxigenada (propuesta por el mismísimo Leitz, entre otros), sola combinada con amoníaco (fórmula de Attila, el creador del foro mflenses), si bien estas sustancias sólo nos permitirían tratar las lentes, y no el objetivo en su conjunto. Además, según Markus Keinath en su artículo sobre el tema también resulta corrosiva y oxidante con las partes metálicas del objetivo.
Dado que los hongos necesitan para prosperar una temperatura de entre 10 y 35 grados centígrados (si bien otras fuentes amplían esa horquilla a 0-40), hay quien propone recurrir al frigorífico para detener la infección, si bien en todo caso habrá que hacerlo en un recipiente cerrado y provisto de material desecante para evitar que la humedad del propio frigorífico penetre en el interior del objetivo. En el extremo contrario, se aconseja también insolar periódicamente las ópticas, a ser posible con una lámpara incandescente o tubos UV. Esta es, sin duda, una opción más aconsejable...
EL MATA-HONGOS DE JESÚS CONSUEGRA
Más sofisticado resultado el sistema ideado por Jesús Consuegra, y que traemos a colación por resultar ilustrativo del grado de obsesión que padecemos los fotógrafos acerca de este tema. Lo reproducimos con su autorización expresa, tras haber sido publicado por él mismo en su blog y en el foro de ManuaLens.
Consiste en una especie de capucha (en realidad, la tapa de un conocido desodorante masculino) en la que se han instalado previstamente unos diodos LED los cuales emiten radiación ultravioleta, y cuya utilidad sería equiparable a exponer al sol un objetivo infectado. Hay que mantener el sistema conectado al objetivo durante dos días y, según su inventor, también tiene virtudes preventivas. Aunque en la imagen aparecen sólo cuatro diodos, lo cierto es que su escasa potencia y excesiva direccionalidad hace necesario el uso de más unidades para conseguir el efecto deseado.
Una variante de este artilugio fue propuesta por un usuario del mismo foro, apodado "jantoni", que en lugar de diodos LED recurre a unos tubos fluorescentes UV de 4W de potencia. A favor de esta solución: resulta más rápida y potente; en contra: es más aparatoso (hay que construir una caja de unos 20 cm de largo para alojar los tubos) y que un exceso de radiación UV puede ser perjudicial para las personas y los animales.
En el curso del debate suscitado por el invento de Jesús Consuegra, otro usuario sugirió la posibilidad de recurrir a unos "secadores de uñas" provistas de tubos UV de una considerable potencia. Hay que advertir que, en caso de optar por uno de estos sistemas, no debe mirarse a la luz que proyectan al resultar nociva para la retina humana.
La oferta profesional de iluminación UV es bastante amplia, y cada vez más económica: tubos fluorescentes, bombillas de bajo consumo o, incluso, linternas provistas de diodos LED, puede constituir una alternativa fiable para irradiar un objetivo atacado por una infección de hongos en su estado incipiente, y con el propósito de que no prosperen.
Existe un recurso extremo... que hay que acoger con cierto humorismo. Pedirle a un/a usuario/a habitual de sesiones de bronceado artificial que, durante las mismas, lleve consigo a nuestro pequeño enfermo. ¡Podemos ofrecerle, como compensación, una bonita sesión de retrato!
CONCLUSIONES
Ciertamente, no todos los usuarios de objetivos manuales tienen paciencia, maña o tiempo suficientes como para emprender la curación y restablecimiento de una óptica atacada por una infección de hongos. Lo esencial es NO adquirir una unidad afectada por ellos y, en caso de recibirla tras una compra a distancia, devolverla de inmediato exigiendo el reintegro o reducción de su importe. El argumento de que "no afecta a la calidad de las imágenes", más que falaz, es mendaz: ¿quién nos asegura que no acabará afectando a los revestimientos... o los ha atacado ya? Y un objetivo, sin revestimientos, es como el trasero de una botella (con perdón de las ópticas clásicas).
Aunque existen reputados autores que se jactan de poseer y disfrutar objetivos infestados de hongos, cuyo crecimiento mantienen a raya mediante un adecuado almacenamiento, no creemos que compense invertir en ellos... Otra cosa es que conservemos infectada alguna óptica concreta que tengamos en alta estima y cuyo coste de reparación resultaría exorbitante. En este caso, bastará con guardarla en un contenedor aparte, con un dispositivo desecante adecuado para tal fin. Hay quien recomienda prescindir de ambas tapas y cubrir el frontal del objetivo con un filtro Skylight.
Comoquiera que ya sabemos que es materialmente imposible vivir al abrigo de sus esporas (están en nuestra ropa, en nuestras manos... ¡en nuestro pelo!), nuestra tarea consiste en preservar nuestro equipo de un exceso de humedad, suciedad y oscuridad, sobre todo durante su almacenamiento. No es tan difícil. La paranoia podría llevarnos, de lo contrario, a extremos lindantes con la enfermedad. Unas sencillas y económicas precauciones nos mantendrán lejos de los peligros inherentes a los hongos... y el delirio.