CUANDO LA CULPA NO ES DEL OBJETIVO

Redacción.- Resulta sorprendente que estemos dispuestos a realizar importantes desembolsos para adquirir objetivos usados, buscando la máxima calidad óptica, y sin embargo escatimemos dinero en sencillos accesorios que nos podrían ayudar a sacarles el máximo partido. En el mejor de los casos, puede que incorporemos a nuestro equipo algún filtro UV (útil tal vez para proteger el frontal del objetivo ante un eventual impacto, pero que suele mermar el rendimiento del mismo y resulta superfluo si se calza en un equipo digital) y un polarizador para enfatizar el azul del cielo y eliminar reflejos en superficies no metálicas. Pero con frecuencia menospreciamos otro accesorio, el parasol, cuya eficacia queda demostrada con un par de sencillas pruebas.

Aunque no es infrecuente encontrar este accesorio incorporado en teleobjetivos medios y largos, en forma de parasol metálico retráctil, lo cierto es que resulta fundamental en el caso de ópticas cortas, ya que suelen utilizarse para paisaje e incluir ampliar porciones de cielo, aumentando así los riesgos inherentes a prescindir de dicho artilugio.


En estas fotos se puede apreciar la pérdida de contraste que implica la penetración de luz parásita en el objetivo, la cual es proporcional al diámetro frontal del mismo (en este caso, 72 mm):

En las imágenes siguientes, realizadas con apenas unos segundos de diferencia, constatamos que el contraste de la escena queda seriamente reducido en un motivo que, para mayor abundamiento, no se encontraba a pleno sol (aunque sí el fotógrafo). El mero hecho de mantener una dirección comprometida respecto a la fuente de luz incrementa exponencialmente el peligro de "flare" y destellos imprevistos, que no siempre pueden apreciarse a través del ocular. A pesar de su nombre, el parasol no sólo resulta útil en escenas realizadas con un sol radiante sino, en general, en todo tipo de tomas al aire libre.


Existen diversos tipos de parasoles en el mercado. Aunque el desarrollo del mercado fotográfico digital ha asistido a la proliferación del parasol de pétalos, por su propia filosofía éste sólo tiene eficacia si ha sido diseñado específicamente para un objetivo concreto; además, suelen ajustarse al mismo mediante un sistema de bayoneta, lo cual los descarta para su uso en objetivos manuales.

Quedan, pues, los parasoles universales, entre los cuales los hay de plástico, de goma y metálicos. Cada uno de ellos tiene sus pros y sus contras. Si el metálico es más robusto y proporciona una protección adicional en caso de golpes y rozaduras, lo cierto es que al tratarse de una superficie con algo de reflectancia puede generar reflejos inesperados. El de plástico es más frágil y también padece del mismo riesgo que acabamos de señalar. En cualquier caso, siempre resultará más recomendable un parasol frágil que un objetivo sin él.

El de goma, por su parte, suele ser retráctil, lo cual lo hace muy práctico para su uso en un zoom, ya que se evita el viñetado que podría generarse al emplear un único parasol para todas las focales; su hándicap es que, al ser blando, no puede llevarse ajustado de manera permanente en el objetivo, so pena de deformarse, y hay que enroscarlo para cada ocasión.

Será el propio usuario quien, en función de sus hábitos y preferencias, optará por uno u otro modelo, en el bien entendido de que con su utilización sus fotografías ganarán en contraste y harán frente con mayores garantías a la amenaza del "flare" y los destellos incontrolados. Si, además, le añadimos el hecho de que se trata de accesorios muy económicos, a estas alturas resulta imperdonable que no contemos en nuestro equipo con un buen surtido de ellos.