Los usuarios más jóvenes de cámaras digitales conocen perfectamente la alta calidad del surtido que ofrece Tamron para Nikon y Canon; sin embargo, es posible que ignoren que, en su momento, fue una empresa innovadora en cuyo haber se encuentran, además de algunos de los hitos de la fotografía clásica para película (entre los cuales destacaremos el angular extremo rectilíneo 17 mm f 3,5 y el catadióptrico 500 mm f 8, ambos dentro de la prestigiosa gama SP, o Special Performance), una iniciativa que para nosotros quisiéramos en la actualidad: un sistema de montura intercambiable que permitía el uso de cualquiera de sus objetivos en una amplia variedad de cuerpos, con tan sólo cambiar de adaptador -por otro lado, bastante económico.La siguiente fase en la evolución de este sistema recibió el nombre de Adaptall, a la que siguió el más conocido Adaptall-2, con el cual Tamron logró arañar una considerable cuota de mercado a las marcas más reputadas. Y es que, gracias a este ingenioso método, un aficionado podía utilizar distintos cuerpos sin tener que renunciar a un objetivo determinado (por ejemplo, cargando en uno de ellos un carrete de diapositiva y, en otro, de blanco y negro, o película equilibrada para luz de día y para tungsteno... problema que, hoy en día, ya no tenemos).
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| Foto de Antonio Suárez Segovia |
El objetivo que hoy presentamos pertenece a la primera generación de las tres que hemos analizado someramente. Se trata del Auto Tamron f 200 mm f 3,5 (o, como lo rotuló el fabricante en el frontal: 1:3,5 f=200 mm). De él se conocen dos versiones: una más antigua, con el anillo de enfoque moleteado, y otra más moderna, con protector de goma; ésta unidad es la que vamos a analizar aquí. Se fabricó entre 1971 y 1973 y la referencia del modelo en la nomenclatura de Tamron es 870 Au.
Se trata de un tele largo de construcción relativamente sencilla, con cuatro elementos dispuestos en cuatro grupos, una apertura mínima de f 22, un diafragma dotado con nueve generosas aspas, una rosca para filtros de 62 mm de diámetro y parasol metálico retráctil incorporado.
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| Foto de Antonio Suárez Segovia |
Su distancia mínima de enfoque de dos metros y un peso de casi 800 gramos hizo aconsejable la inserción de un anillo para montarlo en un trípode. Dadas sus características técnicas, no se trata de una óptica para callejear, sino destinada a usos muy concretos: fotografía de naturaleza, preferentemente de fauna, aunque (como veremos más abajo) con un poco de imaginación puede ser empleada para todo tipo de géneros y motivos: paisaje, composiciones arriesgadas... incluso ¡bodegón!
Destaca su buena calidad de construcción y un funcionamiento suave y preciso. Podemos decir que nos encontramos ante un objetivo corriente, sin alardes, que puede proporcionar buenos resultados sin destacar en ningún plano concreto. No es el más nítido ni contrastado, el que brinda mejor reproducción del color o mejor afronta los problemas de los teles largos -caso del conocido astigmatismo-, pero resulta agradecido y, dado el bajo coste de compra que le supuso a su actual propietario (unos 38 dólares, envío incluido desde Estados Unidos), sin duda se trata de una buena inversión.
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| Foto de Antonio Suárez Segovia |
Las fotos que ilustran el artículo han sido captadas con una Panasonic DMC-G1 y se reproducen sin apenas tratamiento, para poder captar las características ópticas del objetivo.


