Es el conocimiento de las características específicas de una óptica concreta el que nos va a permitir seleccionar las mejores ocasiones para disfrutarlo, desechando su utilización en las circunstancias que no le sean adecuadas.
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Foto tomada con un Vivitar 70-300/4.5-5.6 |
Por ejemplo, un telezoom con una distancia mínima de enfoque reducida puede solventarnos de manera más o menos airosa una toma de aproximación, pero jamás nos brindará el rendimiento de un objetivo macro; no debemos imputarle una deficiencia cuando no se trata más que de una lógica limitación, dado el uso para el que fue diseñado.
Con la práctica, el fotógrafo desarrolla un sentido intuitivo personal que le orienta a la hora de seleccionar la óptica con la que va a afrontar un día de trabajo. Las personas con una menor experiencia, pueden necesitar alguna orientación para evaluar de manera rápida y sencilla las características de sus objetivos, en aras a una mejor utilización de los mismos.
Eso, y no otra cosa, es lo que pretendemos abordar en este artículo.
¿Cuáles, pues, son los aspectos a los que debemos prestar atención para determinar la calidad de nuestros objetivos?
1. Primero, la usabilidad. Parece una perogrullada, pero no lo es en absoluto, antes bien, lo consideramos el punto principal a tener en cuenta.
Por ejemplo, si queremos realizar una sesión de retrato y hemos planificado las tomas en distintas poses de la modelo desde distancias diferentes, optando por que la sesión evolucione de manera desenfadada y no excesivamente rígida, un teleobjetivo manual dotado con un anillo de enfoque cuyo recorrido sea demasiado largo puede obstaculizar considerablemente nuestro trabajo.
O al revés: si pensamos plasmar paisajes con una composición en la que el primer plano se recorte de manera clara del fondo, un angular manual poco luminoso supondrá antes un problema que una ayuda.
No tendría mucho sentido hacernos con un tele largo, de más de 200 mm, para callejear por el casco antiguo de una ciudad, y reporcharle... ¡una distancia mínima de enfoque excesiva! O quejarnos de la nula versatilidad que nos proporciona una focal fija para deportes...
Aspectos a los que debemos atender, en este plano, son:
- el peso del objetivo, así como el equilibro del conjunto que forma con la cámara;
- la accesibilidad de los anillos de diafragma y de enfoque, así como su recorrido;
- la distancia mínima de enfoque, factor clave para poder fotografiar (o no) un sujeto de reducido tamaño; y, claro está,
- la luminosidad del objetivo, la cual nos brindará mayores oportunidades de trabajar en condiciones de escasa luminosidad, aunque puede convertirse en un problema en tomas realizadas a pleno sol;
- su comportamiento en condiciones adversas de iluminación, como contraluces; no podemos pedirle peras al manzano, pero sí... al peral.
2. A continuación, evaluaremos del objetivo rendimiento a plena apertura. Esto nos ayudará a conocer su capacidad de brindarnos resultados aprovechables en condiciones de escasa luminosidad, por ejemplo, al anochecer o en interiores domésticos.
Un objetivo muy luminoso (valor que varía en función de la focal: por ejemplo, un telezoom f 2,8 puede considerarse rápido, no así un angular fijo de 28 mm en paso universal) suele adolecer de una menor nitidez a plena apertura, con peor resistencia al flare y las aberraciones cromáticas, así como cierta pérdida de contraste en contextos comprometidos, caso de una toma a contraluz.
Sujetos idóneos para poner de relieve ese rendimiento son:
- la matrícula de un vehículo estacionado a pleno sol;
- un edificio al contraluz, cuyos extremos se recortan contra el cielo; o
- un árbol de copa no muy espesa, por entre los cuales penetre la luminosidad a raudales.
3. Pongamos a prueba a continuación la presencia de distorsiones geométricas (DG). Si tenemos interés en fotografía arquitectónica, un objetivo con fuertes distorsiones resultará prácticamente inutilizable, aunque puede seguir resultando útil para reportaje callejero, menos exigente en este sentido.
Recordemos que este tipo de distorsiones puede ser de dos tipos, principalmente: de barril (curvatura hacia afuera de las rectas), más común en angulares; y de cojín o acerico (hacia adentro), típica de los teleobjetivos. La focal equivalente a 50 mm en paso universal suele ser bastante resiste a las DG, dada la relativa sencillez de su diseño y construcción.
El test más sencillo que se conoce para poner de relieve las DG es fotografiar una pared de ladrillos, asegurándonos de mantener el plano focal perfectamente paralelo a la misma.
4. Vayamos con las aberraciones cromáticas (AC). Se trata de trazas de colores extraños al sujeto, normalmente en forma de bandas alrededor de los perfiles del mismo, las cuales afean el aspecto final de la toma y delatan una calidad menor de los revestimientos de las lentes del objetivo. Suelen manifestarse en forma de tonalidades magenta, rojiza o cian.
Una situación delicada para cualquier objetivo, y a la que podemos someter el nuestro para conocer su calidad, es la siguiente: componer una imagen con un primer plano próximo enfocado e iluminado, y un fondo en semipenumbra y desenfocado cuyos bordes se recorten contra el cielo; por ejemplo, las hojas de un árbol sobre la silueta de la azotea de un edificio.
En el caso de un teleobjetivo extremo, podemos captar la imagen de un ave en pleno vuelo contra un fondo neutro, asegurándonos de llenar el cuadro con el sujeto; las AC no suelen faltar, en estos casos.
La vista general de un bosquecillo en un día de fuerte sol también multiplica la presencia de AC: prestemos especial atención al extremo superior de las copas de los árboles, así como al detalle de las ramas y las hojas a tamaño real (visualización del 100% en el monitor).
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Imagen captada con un Zuiko OM 50 mm f 1,8 donde se puede apreciar la delicadeza de la reproducción de los tonos |
5. Por último, atendamos a la nitidez y contraste de la imagen. Si las valoramos de manera conjunta es porque están íntimamente asociadas, de modo que una imagen poco contrastada nos parecerá menos nítida, y viceversa. Es curioso lo mucho que se habla de la nitidez de un objetivo, y lo poco que se alude al contraste, cuando éste participa de manera no menor en la impresión de limpieza y precisión de un sujeto fotografiado.
La prueba típica que evidencia la nitidez de una óptica es fotografiar un texto o motivo gráfico de bordes muy acusados y contrastados; por ejemplo, un rótulo publicitario en la vía pública o la página de un libro bajo una fuente intensa de luz.
El contraste de un objetivo es la capacidad que tiene de reproducir, de manera gradual y matizada, los distintos tonos del sujeto. Para determinarlo, basta con colocar unos objetos sobre una mesa ubicada junto a una ventana; la luz direccional creará fuertes sombras, respecto a las cuales nuestra óptica deberá manifestar todas sus virtudes... o limitaciones.
Conclusiones. En cierta ocasión, ante mi perplejidad respecto al término, un técnico especialista en normativo ISO me clarificó los conceptos brindándome la siguiente definición: "la calidad es la satisfacción del cliente".
Ello no significa que un mal objetivo, en manos de un fotógrafo poco exigente, se convierta en un buen objetivo; pero sí que, a los efectos que nos interesan (que son, ante todo, fotográficos y no ópticos o físicos), un zoom mediocre puede satisfacernos sobradamente si, conociendo sus limitaciones, lo empleamos con pericia y pertinencia.
Someter a nuestro equipo a un test previo para conocer su calidad, pues, debe entenderse en el marco de una tarea de mayor calado, cual es decidir nuestras prioridades como fotógrafos y elegir las herramientas que vamos a emplear para materializarlas.