¿POR QUÉ NO UN ZOOM?

José Luis Trullo (texto y fotos).- La práctica fotográfica está compuesta, a partes iguales, por experiencias directas personales y prejuicios heredados de terceros. ¿Cuántas veces no habremos puesto en duda nuestros propios descubrimientos, por el mero hecho de que no coincidían con las ideas recibidas, y profundamente asentadas en nuestro inconsciente? Una de las más comunes es la de que una óptica fija es, en todos los casos, una opción preferible a un zoom.

Se dice que un focal fija, por su misma lógica constructiva, debe satisfacer menos compromisos ópticos, lo cual le permite brindar mayor resolución, nitidez y contraste, así como menos distorsiones geométricas, aberraciones cromáticas y viñetado. Por contra, al zoom se le reprocha el ser una solución para perezosos que carecen del suficiente criterio y la necesaria voluntad como para elegir por sí mismos el sujeto de sus capturas, confiando a la comodidad de la mano lo que deberían realizar los pies. No se trata de un prejuicio de ayer por la noche: se remonta prácticamente al momento mismo de su nacimiento, y ha supuesto una pesada losa en la elección de muchos fotógrafos, hasta el punto de convertirse en un recurso limitado al reportaje rápido y la excursión dominical.

Pero, ¿hay argumentos técnicos, y sobre todo, estrictamente fotográficos que sustenten este prejuicio? Depende. Como es lógico, un zoom económico de finales de los ochenta tiene poco o nada que hacer frente a una focal estándar de la misma época: cualquier 50 mm de los que se incluían en un kit de iniciación proporciona mejores resultados que la focal equivalente de un zoom 28-70 mm... Ello se explica tanto por la propia sencillez del primero como por los numerosos sacrificios a los que se sometía al segundo, por parte de los fabricantes, en aras de la economía.

Ahora bien, hay que decirlo todo: ni todas las focales fijas cumplían los mínimos requisitos de calidad (es más: se fabricaron multitud de infames 28/2.8 y 135/3.5 comercializados bajo las más variopintas marcas, muchas de ellas fantasmagóricas), ni todos los zooms se conformaban con mantenerse en los umbrales mismos de la subsistencia. No es preciso recurrir a los ejemplos de marcas de postín (Canon, Nikon, Pentax u Olympus), sino que incluso las llamadas "terceras marcas" (Vivitar, Tamron o Tokina; a Sigma la vamos a dejar a un lado) ofrecían en sus catálogos auténticas maravillas en la gama de focal variable. Hay que destacar, en este ámbito, la excelente Series 1 de Vivitar, cuyo 70-210/3.5 plantó cara en su momento a los zooms equivalentes de los fabricantes de referencia, así como algunos modelos de la gama SP de Tamron, como el 60-300/3.8-5.4 macro o el  35-80/2.8-3.8 macro, ambos con montura Adaptall-2.

Ciertamente, se trata de objetivos pesados y voluminosos, de una luminosidad contenida y un rendimiento no siempre uniforme; en cualquier caso, su peso nunca será superior al que supondría tener que acarrear con las correspondientes focales fijas... de existir. Y es que el zoom cuenta con una baza que no siempre se destaca, y es que permite precisar el encuadre en determinadas situaciones en las que una focal fija tendría que contentarse con una toma anodina, y un posterior recorte (con la consiguiente pérdida de calidad).

En el ejemplo que reproducimos a continuación, podemos comprender la enorme limitación que habría supuesto vernos limitados a emplear una focal fija: la primera foto está tomada con un zoom Vivitar Series 1 24-48/3.8 fabricado por Kiron a 24 mm (al haber sido calzado en una Olympus, se convierte en un 48 mm) y la segunda, a 48 mm (equivalente a 96 mm)... exactamente desde la misma ubicación.

Foto tomada con una Olympus E-3. Archivo RAW revelado con Olympus Studio 2,
con valores de saturación y nitidez a 0 y contraste a -2.

Como es obvio, ambas imágenes obedecen a conceptos muy distintos: mientras que en un caso, la casona aparece en un contexto de desolación y transmite una sensación de desamparo, dentro de los márgenes del género paisajístico, en el segundo se reduce a un ejemplo más o menos ortodoxo de fotografía de arquitectura, sin demasiado interés. En el caso que nos ocupa, además, un obstáculo físico nos impedía aproximarnos al motivo: imaginemos, pues, la enorme pérdida en términos de libertad compositiva que habría significado vernos constreñidos a utilizar, por ejemplo, un 50 mm...

Si, como oímos con insistencia de boca de los usuarios de objetivos manuales, lo esencial de la fotografía es la propia fotografía en cuanto obra visual, mientras que en sí mismos los objetivos no serían más que instrumentos al servicio de la materialización de dicha obra, comprendemos que el prejuicio arriba enunciado empieza a hacer aguas.

Pero hay más. La cantinela de que un zoom proporciona necesariamente peores resultados en términos de resolución, nitidez, contraste y viñetado, amén de las sempiternas aberraciones y distorsiones, se revela falaz cuando tenemos que medirnos con un objetivo de focal variable... de calidad. Baste una breve cata del mítico Minolta MD 35-70/3.5 (la "versión Leitz", es decir, la que calca un modelo idéntico fabricado para Leica; no confundir con la que incluye una supuesta función "macro") para que salte por los aires la última traba al uso de los zooms.

Foto tomada con una Olympus E-3. Archivo RAW revelado con Olympus Studio 2,
con valores de saturación y nitidez a 0 y contraste a -2.

Puede apreciarse en el recorte la excepcional calidad de este zoom, cuyas prestaciones se equiparan, si no superan, las de sus equivalentes fijas... Queda pendiente para otra ocasión una comparativa escrupulosa entre ambas opciones, en las mismas condiciones, para poder confirmar lo dicho.

En definitiva, y retomando el hilo principal de la argumentación: si lo que todo fotógrafo desea es contar con las mejores armas para conseguir sus propósitos, ¿debe renunciar a echar mano de una herramienta versátil, cómoda y de calidad suficiente para poder hacer frente a cualquier imprevisto que pudiera frustrarlos? Si se ha demostrado que no todos los objetivos de focal variable son iguales, y que existen modelos perfectamente válidos en términos ópticos, ¿por qué no un zoom?