ZUIKO OM 50 mm f 1,8

José Luis Trullo (texto y fotos).- Nos encontramos ante un objetivo cuyo descubrimiento supuso, para numerosos usuarios de cámaras digitales, el primer contacto con una óptica manual. Ya sólo por eso, merece nuestra atención. Argumentos para suscitarla no le faltan. Su pequeño tamaño, su ligereza y facilidad de uso, la brillantez que muestra la imagen en el visor y su luminosidad proporcionan, al poseedor de una cámara digital acostumbrado a los zooms de kit, toda una revelación. También el inicio de los conflictos: la dificultad de enfocar sujetos próximos a plena apertura, los problemas de flare en situaciones muy contrastadas y el inherente al accionamiento manual de los anillos de diafragma y enfoque, plantean unos retos cuya pronta resolución permite acceder a una nueva forma de fotografiar.

El uso de una focal manual, y además fija, exige del fotógrafo una serie de decisiones a las cuales puede no estar acostumbrado, si su única equipación ha consistido en un equipo digital. Frente a la versatilidad y la rapidez, la reflexión e, incluso, cierta rigidez que, al principio, puede resultar incluso irritante. Sin embargo, una vez superada la fase iniciática, los beneficios compensarán los esfuerzos: la sensación de control, de propiedad sobre el resultado, estimularán su creatividad y su inventiva. Si, a ello, añadimos otros factores (como su reducido coste en el mercado de ocasión), la pregunta es: ¿cómo es que no tienes uno?



Si el lector aún no ha quedado convencido, un somero examen de sus características meramente técnicas quizás pueda ayudarle en la decisión. Se trata de una óptica ligera, de sólo 170 gramos de peso (hay dos versiones: la segunda, pesa cinco gramos menos), una apertura mínima de f 16, una construcción de seis elementos en cinco grupos (cinco en seis en la segunda, según algunas fuentes) y una distancia mínima de enfoque de 45 cm. Aunque todos ellos son aspectos comunes con muchas otras ópticas estándar de la época, el sobresaliente rendimiento que proporciona en todo el fotograma, con una nitidez y contraste a la altura de los paladares más exigentes, hacen de él una opción perfectamente válida para todo tipo de usos. Hay que destacar que, montado en una cámara del sistema Cuatro Tercios y convertido así en un tele medio luminoso y compacto, permite realizar tomas de aproximación con resultados sorprendentes. Su bello bokeh, uniforme y sutil, supone la guinda de un pastel ya de por sí suculento.

El sensor de la Olympus E-1, con su exquisito tratamiento de las sombras, y la luminosidad del OM 50 f 1,8 se conjugan en esta imagen tomada a pulso para exprimir al máximo las potencialidades de esta extraordinaria óptica

La primera versión de este atractivo objetivo es la conocida como F-Zuiko AUTO-S, perdiendo la segunda versión (datada a principios de los ochenta) tanto la F inicial como la MC en el frontal, lo cual como es lógico no supone que no contara con un tratamiento multicapa antirreflejos. Hay discrepancias sobre cuál de ellos brinda la mayor calidad. Recursos tiene el lector para contrastar las opiniones en uno y otro sentido. En cualquier caso, las imágenes que ilustran esta breve toma de contacto han sido captada con una unidad "moderna", y a su propietario le ha compensado sobradamente la inversión que realizó para hacerse con ella: 100 euros, calzada en una OM-10. En el mercado de ocasión es posible encontrar ejemplares desde los 30 euros en adelante. Por cierto, ¿aún no tienes el tuyo?