
Por un lado, no es raro dar con verdaderas oportunidades, bien porque el vendedor no tiene interés en conservarlas, bien porque desconoce el auténtico valor de su material. Pero, como contrapartida, hay que ser extremadamente cuidadoso a la hora de evaluar el estado del mismo.
La tarea de inspeccionar un objetivo usado que tenemos entre las manos requiere una serie de precauciones que, lógicamente, nada tiene que ver con el método que debemos aplicar en la compra a distancia. Mientras que en el primer caso "lo que ves es lo que hay", en el segundo hay que saber interpretar los signos que, voluntaria e involuntariamente, el vendedor nos proporciona. Es entonces cuando hay que extremar la atención.
Los compradores experimentados (o sea, escarmentados), son capaces de distinguir el anuncio de una oportunidad real, de un timo encubierto. Para ello, hay que haberse equivocado unas cuantas veces... principalmente, pasándose de listo. La prudencia suele ir de la mano del escozor, así que no debemos alarmarnos si, al principio, nos sentimos a la deriva en el proceloso mar del mercado de ocasión.
Para intentar orientar a los interesados en este peliagudo tema, lo abordamos en dos partes: una, sobre la compra directa, y otra, a distancia. Esperamos que resulte de interés y, sobre todo, de utilidad.
Cuando tomamos por primera vez un objetivo usado en las manos, a simple vista podemos sacar algunas conclusiones sobre el trato que ha recibido por su/s anterior/es usuario/s. Los consejos son válidos tanto en los zooms como si se trata de una óptica fija, aunque los primeros son más complejos y, por ello, requieren de nosotros un especial cuidado en el examen.
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Ante todo, nos fijaremos en el exterior del objetivo:
- hay que observar atentamente que los números y letras que figuran en el tubo del objetivo y en el diafragma, así como en el frontal, son perfectamente legibles: esto nos hablará mejor que otra cosa del "trote" que ha sufrido a lo largo de los años;
- las abolladuras en el frontal del objetivo son una pésima señal, pues con toda probabilidad se deben a un golpe del objetivo contra una superficie dura, lo cual repercute en el precario equilibrio de los mecanismos internos;
- la rosca de filtros debe estar perfectamente limpia y utilizable, sin muescas que, aunque todavía permitan calzarle una lente, delaten alguna clase de impacto;
- el anillo del diafragma tiene que ejercer su función de forma precisa y sin dudas, clavando cada paso, tanto hacia adelante como hacia atrás, comprobando al mismo tiempo que las aspas reaccionan con prontitud a las distintas manipulaciones;
- el anillo de enfoque debe poder moverse durante todo su recorrido con suavidad y de manera uniforme, de lo contrario es posible que la helicoidal haya perdido parte del aceite que facilita el desplazamiento de las lentes, o bien se haya endurecido por el paso del tiempo; en caso de estar provisto de una goma de agarre, lo mejor es que esté perfectamente adherida al mismo, aunque si no es así tampoco debe considerarse un defecto muy grave (tiene fácil solución);
- la bayoneta ha de estar lo más brillante posible, sin raspaduras, partes hundidas u oscurecidas, restos de pegamento o marcas de ningún tipo que puedan hacernos presagiar un trato descuidado;
- en el caso de los zooms, el tubo interior debe carecer de holguras o juego, ya que en caso contrario el deterioro del objetivo resultará de consideración;
- para comprobar el estado de los rodamientos internos de un zoom, y siempre que se trate de un modelo de "un toque" (un único anillo para seleccionar la focal y para enfocar), lo colocaremos boca abajo y observaremos si se repliega hacia la base; si dicho repliegue es súbito y violento, tendremos que descartar la compra, pues nos encontramos ante una unidad muy castigada por el uso.
En cuanto al interior del objetivo, se trata de una operación que requiere cierta pericia pues, a simple vista, nos pueden pasar desapercibidos ciertos defectos graves:
- colocaremos el objetivo de forma oblicua a una fuente de luz, de modo que el haz penetre en el mismo permitiéndonos detectar la presencia de motas de polvo, arenilla, condensación, vaho (lo que los anglófonos llaman haze) y, sobre todo, los temidos hongos;
- otro aspecto que debemos valorar es el estado de los revestimientos, algo particularmente arduo de elucidar pues sólo se pone de manifiesto si la incidencia del haz de luz es la adecuada; si detectamos destellos imprevistos en la superficie uniforme de las lentes, podemos colegir el deterioro de los mismos.
Comoquiera que la práctica facilita mucho el reconocimiento de los eventuales defectos de un objetivo de segunda mano, es probable que, al principio, nos pasen desapercibidos algunos de ellos, incluso de cierta importancia. No hay que desesperarse. Zamora no se ganó en una hora, y París bien vale una misa: con el tiempo y el acúmulo de experiencia, seremos capaces de determinar, con una rápida inspección ocular, el verdadero estado de una óptica usada, y decidir con ciertas garantías si vale o no vale el importe que nos solicitan por él. Otra cosa es que decidamos adquirirlo conociendo sus vicios, con el propósito anticipado de repararlo o incluso... utilizarlo tal cual. Pero ese es otro tema...
En la próxima entrega: Comprar objetivos usados a distancia.