Tamron Adapt-a-matic 105 mm f 2,5

Redacción.- Según la web dedicada a los objetivos manuales Tamron, www.adaptall-2.org, la montura Adapt-a-matic sólo pervivió cuatro escasos años en el mercado, concretamente entre 1969 y 1973, ya que la generalización de nuevas prestaciones por parte de la competencia hacía inviable este sistema. Aun así, constituyó una primera muestra de la evidente utilidad del sistema de monturas intercambiables, el cual, en este caso concreto, al parecer no impidió que la propia Tamron fabricase las mismas ópticas también con montura fija, al menos en ciertos casos. Siempre según esta fuente, el interés para el coleccionista de esta gama de objetivos reside en que fue el último ejemplo de ópticas fotográficas diseñadas sin el auxilio de técnicas computerizadas: vamos, un ejemplo de diplodocus que, sin embargo, no carece en absoluto de calidad, más bien todo lo contrario.

Lo cierto es que basta tomar en la mano una unidad de Tamron Adap-a-matic (en este caso, un 105 mm f 2,5) para caer rendido a sus pies. Su construcción, de aire antiguo cuando no anticuado para los gustos actuales, transmite seguridad y confianza. La acción de los anillos de enfoque y diafragma resulta firme, suave y precisa. Incluso el tacto de la goma del primero conmueve por su rareza... Una vez calzado en la cámara y ubicado el ojo ante el visor, la experiencia resulta deslumbrante: la imagen se nos aparece clara y brillante, precisa y contundente. Nadie diría que estamos ante un objetivo con cuarenta años encima...

Foto tomada con una Olympus E-300 a f 2,5

Ya en faena, la verdad es que resulta una delicia pasear con este objetivo: ligero y fácil de usar, compacto y versátil, su focal nos ha de satisfacer tanto si la empleamos en una cámara de formato completo como, en nuestro caso, aplicándole un factor de recorte. Y es que un 210 mm f 2,5 resulta poco menos que un sueño para cualquier fotógrafo: en fotografía callejera, nos facilita captar tanto planos generales lejanos como primeros planos con bonitos desenfoques; como focal de retrato, su gran apertura máxima permite gozar de bonitos desenfoques; en fin, para arquitectura, para bodegones, incluso para temas de naturaleza poco comprometidos (nada de aves, por supuesto, más allá del canario enjaulado).


Foto tomada con una Olympus E-300 a f 4

La reproducción del color se nos antoja, por lo menos, extraña, con una dominante magenta fácil de corregir durante el proceso de edición. La nitidez es sobresaliente, aunque a plena apertura resulta algo blanda. Tal vez el punto débil de este objetivo sea su escaso contraste, ya que tiende a empastar las sombras si no se preajusta la cámara adecuadamente... o se trabaja el archivo RAW con mimo y dedicación.

Foto tomada con una Olympus E-410 a f 8

No hemos detectado importantes distorsiones ni aberraciones exageradas (tal vez algo de acerico, como se puede comprobar en la imagen inferior), tratándose de un objetivo tan luminoso y... añejo. Hay que precisar que, de acuerdo con la web arriba citada, esta gama carecía de tratamiento multicapa, si bien se les aplicaba una serie de "MgF2 coatings" (sic) con objeto de minimizar el "flare" interno.

Foto tomada con una Olympus E-300 a f 4

La simplicidad de su diseño óptico contribuye a garantizar la calidad de los resultados, los cuales (a la vista está) quedan muy lejos de denunciar su venerable origen. En suma, se trata de un objetivo recomendable, aunque nada fácil de encontrar en el mercado: la unidad que hemos podido probar ya ascendió a 50 euros más portes desde los Estados Unidos, aunque puede alcanzar fácilmente los 150 euros en alguna de las (escasas) tiendas virtuales que disponen de un ejemplar...