Redacción.- No creemos que constituya un abuso lingüístico decir que las fotografías de Ricardo López que traemos a esta galería son el "summum": de la sutileza, de la fragilidad, del hechizo y la delicadeza. Más allá de alardes técnicos y trucos visuales, en ellas hallamos una auténtica visión, una perspectiva propia que nos atrapa y traslada a su terreno sin dificultad ni esfuerzos. Es la mirada atenta, cálida y tierna de un ojo que rastrea las superficies en busca del detalle que se desgaja del todo para campar, libre, buscando su propia suerte (que es también la nuestra, cuando lo vemos). Parece congruente con esta forma de contemplar el mundo que se decante por los caprichos vegetales, siempre imprevisibles y caóticos; o por el agua, que adopta y se adapta a miles de apariencias, en su gusto por la metaformofosis infinita; o por el cristal, en el que reverbera la luz como la voz en un valle profundo. En fin, más allá de nuestra propia impotencia para plasmar la embriaguez que nos suscitan, subsiste la trascendente imperiosidad con que, prístinas y sagradas, se presentan ante nosotros las fotos de Ricardo López, un mago del matiz.
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Ricardo López, un mago del matiz
Redacción.- No creemos que constituya un abuso lingüístico decir que las fotografías de Ricardo López que traemos a esta galería son el "summum": de la sutileza, de la fragilidad, del hechizo y la delicadeza. Más allá de alardes técnicos y trucos visuales, en ellas hallamos una auténtica visión, una perspectiva propia que nos atrapa y traslada a su terreno sin dificultad ni esfuerzos. Es la mirada atenta, cálida y tierna de un ojo que rastrea las superficies en busca del detalle que se desgaja del todo para campar, libre, buscando su propia suerte (que es también la nuestra, cuando lo vemos). Parece congruente con esta forma de contemplar el mundo que se decante por los caprichos vegetales, siempre imprevisibles y caóticos; o por el agua, que adopta y se adapta a miles de apariencias, en su gusto por la metaformofosis infinita; o por el cristal, en el que reverbera la luz como la voz en un valle profundo. En fin, más allá de nuestra propia impotencia para plasmar la embriaguez que nos suscitan, subsiste la trascendente imperiosidad con que, prístinas y sagradas, se presentan ante nosotros las fotos de Ricardo López, un mago del matiz.
Redacción.- No creemos que constituya un abuso lingüístico decir que las fotografías de Ricardo López que traemos a esta galería son el "summum": de la sutileza, de la fragilidad, del hechizo y la delicadeza. Más allá de alardes técnicos y trucos visuales, en ellas hallamos una auténtica visión, una perspectiva propia que nos atrapa y traslada a su terreno sin dificultad ni esfuerzos. Es la mirada atenta, cálida y tierna de un ojo que rastrea las superficies en busca del detalle que se desgaja del todo para campar, libre, buscando su propia suerte (que es también la nuestra, cuando lo vemos). Parece congruente con esta forma de contemplar el mundo que se decante por los caprichos vegetales, siempre imprevisibles y caóticos; o por el agua, que adopta y se adapta a miles de apariencias, en su gusto por la metaformofosis infinita; o por el cristal, en el que reverbera la luz como la voz en un valle profundo. En fin, más allá de nuestra propia impotencia para plasmar la embriaguez que nos suscitan, subsiste la trascendente imperiosidad con que, prístinas y sagradas, se presentan ante nosotros las fotos de Ricardo López, un mago del matiz.