Hanimex 35-105 mm f 3,5: todo a f 8


José Luis Trullo (texto y fotos).- Para conocer la calidad de un objetivo, no hay duda: diafragma, a plena apertura... pero, para disfrutar de todas sus cualidades, mejor cerrarlo un par de pasos. No en vano, reza el dicho apócrifo que, a f8, hasta una caja de zapatos con un orificio en el centro es capaz de proporcionar grandes satisfacciones fotográficas (que se lo digan a los locos de las estenopeicas... o a los usuarios de cámaras compactas). Una óptica común y corriente, no demasiado luminosa, ni con un rango focal excesivo (en el caso de un zoom), siempre rendirá mejor a aperturas intermedias: mejor contraste, mayor nitidez, menos aberraciones cromáticas... Al menos, eso es lo que dice la teoría. Por supuesto, dejamos a un lado que, para lograr una mayor o menor profundidad de campo en aras a nuestros propósitos, nos veamos en la tesitura de abrir o cerrar lo que haga falta... sabiendo que, en los extremos, la propia calidad de la imagen caerá, incluso en el caso de objetivos mediocres. O sobre todo, en este caso.

Hemos hecho la prueba. Tomamos un zoom de mediados de los ochenta, de una marca más o menos conocida por comercializar ópticas correctas y poco más, y cuyo fabricante podemos intuir por una serie de factores que enseguida veremos. Se trata del típico objetivo "all-purpose", como dicen los anglosajones, o sea: un todoterreno, si lo montamos en una cámara FF, o un típico telezoom modesto, calzado en una FTS. Hablamos del Hanimex 35-105 mm f 3,5 que aparece en la fotografía. Por la construcción (prácticamente metálico en su integridad), dimensiones, peso y concepción, así como por estar dotado de un mecanismo de enfoque próximo marca de la casa (botoncito incluido), todo apunta a que salió de la factoría de Tokina. Incluso las presuntuosas siglas que aluden a su revestimiento multicapa (HMC) recuerdan sin disimulo al que ésta utilizaba en la época: RMC... El diámetro de la rosca de fltros es de 72 mm, común también en los zooms de la casa japonesa. Es más, contamos en nuestro poder con un zoom prácticamente idéntico (Tokina RMC 35-105 mm f 3,5), con el cual realizaremos en alguna ocasión la oportuna comparativa... pero ya podemos imaginarnos que los resultados serán muy parejos, en ambos casos.

Este zoom cuenta, nada menos, con cuatro anillos: el exterior, de enfoque; uno más, para seleccionar la focal, el intermedio, para lograr una mayor aproximación al sujeto, rotulado con la pomposa y engañosa leyenda "macro" (aunque sólo alcance la ratio... 1:5); y el más cercano al cuerpo de la cámara, de menor tamaño y difícil accionamiento para unos dedos de tamaño normal, el de diafragma. No podemos negar que tanto anillo nos ha despistado en alguna ocasión, obligándonos a levantar la mirada del visor para saber qué estábamos haciendo...

El tacto es bueno, como suele ser habitual en este tipo de objetivos robustos, aunque es preciso usarlo en una cámara de cierta envergadura, a riesgo de desequilibrar el conjunto. Nosotros hemos optado por la Olympus E-1, con la cual forma una armónica simbiosis, como puede verse en la imagen adjunta.


El objetivo no es malo, en cualquier caso. Dejando a un lado el dificultoso accionamiento del anillo del diafragma, lo cierto es que hemos podido disfrutar de un par de agradables horas tomando todo tipo de instantáneas: paisaje, arquitectura, primeros planos, algún motivo floral y vegetal... sin grandes problemas, siempre a f8. Un domingo por la mañana de otoño, con un agradable sol después de abundantes lluvias, ¿cómo íbamos a desperdiciarlo en testar de forma inclemente un objetivo? Había que disfrutar, y vaya si lo hemos hecho. Otra cosa es que, en sí mismas, las imágenes puedan ser anodinas... No importa. En realidad, se trataba de eso: del puro disfrute fotográfico, para el cual la herramienta es un medio y no un fin en sí mismo. Ya vendrán días en los que tengamos que someter a nuestro equipo a toda suerte de retos...

Hagamos un repaso somero de las cualidades de este zoom, sin entrar en mayores detalles. Tenemos, en primer lugar, una toma de arquitectura, que el objetivo resuelve sin grandes alardes... ni demasiados problemas:


A continuación, un paisaje mixto (mitad, rural; mitad, urbano), que nos brinda un contraste equilibrado y unos tonos algo fríos, antes imputables a la cámara que al objetivo:


Un contraluz con una chumbera como motivo, con una nitidez correcta y sin aberraciones apreciables (todas las imágenes de este reportaje han sufrido mínimas correcciones durante el revelado, que en ningún caso han distorsionado la evaluación de la propia óptica utilizada):


Un primer plano a la máxima focal y el anillo macro en su posición extrema... no demasiado satisfactorio en términos de nitidez, aunque el contraste es muy correcto:


Un plano medio que, por fuerza, siempre resulta más agradecido para todo tipo de objetivos; este caso no es una excepción:


Nuevo motivo vegetal, esta vez a cierta distancia, captado a la máxima focal aunque sin tener que recurrir al enfoque próximo... La calidad aumenta de manera proporcional:


Dos tomas con sus respectivos recortes, en los cuales podemos comprobar que se trata de un objetivo equilibrado, no demasiado nítido ni siquiera a f8, pero que permite solventar con corrección y solvencia capturas poco comprometidas, de motivos estáticos y en el bien entendido de que hemos optado, voluntariamente, por una sesión fotográfica pausada y sin grandes compromisos:



Por último, y como remate de la jornada, un surtido de instantáneas de distinta índole, con las que hemos querido demostrar una vez más que un objetivo humilde resulta perfectamente válido para un tipo de fotografía humilde, poco arriesgada tanto en los sujetos elegidos como en la propia forma de afrontarlos. Se trata, sin duda, de una opción entre otras, tal vez no la que resulta más impactante, pero sí honesta, veraz y, para ciertos usuarios (entre los que se incluye el autor de este reportaje), muy gratificante.